Lara Alonso Corona
“(Los eventos literarios) eran cultura como representación de clase, literatura fetichizada por su capacidad para embarcar a gente cultivada en falsos viajes emocionales, para luego sentirse superiores a la gente inculta acerca de cuyos viajes emocionales les gustaba leer. (…) todos los libros se comercializan en última instancia como símbolos de estatus, y todos los escritores participaban en cierta medida en esta comercialización. Supuestamente así era como la industria ganaba dinero. La literatura, tal y como aparecía en estas lecturas públicas, no tenía ningún potencial como forma de resistencia a nada.” [1]
Sally Rooney, Gente Normal
“(Los libros) no tienen ningún potencial como textos políticos, dado el rol que juegan en la economía cultural — que ya ha predeterminado cómo van a ser leídos. Aunque un libro esté lleno de propaganda marxista, siento que está aislado de cualquier potencial político, por su posición como mercancía.”
Sally Rooney en el Festival Literario de Louisiana
Entonces. ¿no resulta especialmente cínico continuar escribiendo libros llenos de propaganda marxista?
No hay nada, absolutamente nada, en las novelas de Sally Rooney que no esté atravesado por la preocupación de la autora por las diferencias de clase, y en particular por el efecto de estas sobre las relaciones interpersonales. El tema principal de sus cuatro libros (los éxitos estratosféricos de Conversaciones Entre Amigos y Gente Normal, el relato corto Mr Salary, y su última novela, Dónde Estás, Mundo Bello, publicada en 2021) es la amistad, platónica o no, pero son las relaciones entre las clases las que vertebran, de manera explícita y a veces soterrada, toda su ficción.
De cara al público (o al marketing) las novelas de Rooney no se anuncian como ficciones de clase, y rara vez se analizan así. Su toque “ligero” (su celebrada readability, que se lee “muy fácil), la centralidad de las mujeres jóvenes en sus historias, o cierta desconfianza de la crítica literaria de enjundia (ugh) por argumentos que son en esencia romances, parecen ofuscar cualquier tipo de debate político sobre su obra. O quizás sea por el estatus de Rooney como icono cultural de la época (joven y normativamente guapa, voz de la generación milenial, de las estéticas femcel, etc), que poques se toman en serio a Rooney como autodenominada escritora marxista. Hasta el punto de que ella confiesa sentirse obligada a enseñar la nómina de su padre cada vez que le cuestionan su compromiso político [2].
Pero, ¡poco tarda la autora en avisarnos de la postura política desde la que escribe! Discusiones sobre la clase, sobre el capitalismo, o personajes comunicándose entre ellas en términos marxistas, son casi lo primero que encuentras al abrir cualquiera de sus libros.
En la primera página de su primera novela, Frances, escritora de familia obrera, se mentaliza para entrar en la casa de una pareja de clase alta, prepara su rostro para dar la impresión de “ser encantadora”, representando un papel. El choque con este mundo de lujo le produce tanta excitación como repulsa. En la segunda página reflexiona como la casa de Melissa y Nick podría dar cobijo a “toda una familia”:
Recuerdo ver un bowl de madera oscura, lleno de fruta madura, y fijarme en el invernadero de cristal. Gente rica, pensé. Entonces estaba siempre pensando en la gente rica.
En Gente Normal tarda dos páginas en ir al meollo de la cuestión:
En clase, Marianne y él fingen que no se conocen. La gente sabe que Marianne vive en la mansión blanca con camino de entrada, y que la madre de Connell es limpiadora, pero nadie conoce la relación particular entre ambos hechos.
Dónde Estás, Mundo Bello se abre con el encuentro de Tinder entre nuestra protagonista Alice, recién llegada a un pueblo pequeño después de una crisis de salud mental, y un aldeano. El tema del trabajo asalariado no tarda en surgir:
Soy escritora, dijo ella. ¿Por qué no me cuentas a qué te dedicas tú?
Ah, no en algo tan poco normal. Me gustaría saber qué escribes, pero no te preguntaré más. Trabajo en un almacén, a las afueras del pueblo.
¿Haciendo qué?
Haciendo qué… repitió filosóficamente. Recogiendo pedidos de los estantes, colocándolos en un carro y subiéndolos para que los embalen. Nada demasiado emocionante.
¿Entonces no te gusta?
Dios, no, respondió él. Odio ese puto lugar. Pero no me pagarían por hacer algo que me gustase, ¿no? Es lo que tiene el trabajo, si valiese la pena lo haríamos gratis.
También la primera de las 23 páginas de “Mr Salary” la dedica la autora a mostrar la diferencia de clases entre los dos protagonistas: Nathan va a recoger a Sukie al aeropuerto para que ella pueda visitar a su padre moribundo, y la maleta con la que Sukie llega se convierte en un símbolo de distinción de clase:
Levantó la maleta, quitándomela de la mano. Espero que la gente no piense que es mía, ahora que la llevo yo, dijo él. Todavía llevaba su ropa de trabajo, un traje azul marino muy limpio. Nadie pensaría que la maleta le pertenecía, era evidente.
El encuentro con clases sociales más altas siempre es una fuente de ansiedad para los personajes de las novelas de Sally Rooney. A veces no pueden expresar esta ansiedad bien: Connell parece “despertar” a la idea de la diferencia de clases, con asco, cuando su madre sugiere que los padres de Marianne, la chica rica de la que se ha enamorado, podrían no aprobar el romance, dado que la madre de Connell sobrevive a base de limpiar casas. En un ambiente de pueblo pequeño donde la clase se siente pero no se habla Connell había asumido que la balanza de poder estaba de su lado: Marianne es la chica menos popular de su escuela, considerada fea e inestable, y Connell está obsesionado por mantener la relación oculta, no sea que le expulsen de su esfera social. Por consiguiente humilla a Marianne en varias ocasiones, cumpliendo con el rol que se espera de alguien de su clase.
Al leer estas escenas entre Connell y sus amigos une no puede evitar pensar en el texto clásico de Paul Willis Aprendiendo a trabajar. Cómo los chicos de clase obrera consiguen trabajos de clase obrera, donde un rasgo que da coherencia al grupo de los “colegas” es una actitud común frente a las mujeres, separadas en “novias” potenciales y “tías fáciles”. En Gente Normal las desviaciones de la misoginia performativa local son entendidas como alejamientos del grupo, traición a la propia clase obrera, y casi muestra de disidencia sexual: cuando Connell muestra la más tibia crítica a algo como mostrar fotos de sus novias desnudas al resto de los colegas sus amigos de toda la vida comentan que últimamente se ha vuelto “jodidamente gay para estas cosas”.
“Los ricos cuidan los unos de los otros” descubre Connell al llegar a Dublín para estudiar literatura, decisión que le aleja del grupo social en el que ha nacido, pero no le acerca a las clases altas, políticamente aún más reaccionarias (su nueva orbita incluye al negacionista del Holocausto Jamie). Después de ser atracado en la calle Connell acaba defendiendo a sus agresores frente a los improperios punitivistas de una fiesta de pijos, quienes asumen que el atacante va a malgastar el dinero en drogas:
Ah, bueno, (Connell) dice. No es una vida fácil ahí fuera para un drogadicto.
No, desde luego, coincide Joanna (amiga de Marianne, y por cierto personaje queer y la única de su grupo de amigos aparte de Connell que trabaja para cubrir sus gastos).
Siempre podrían intentar, no sé… ¿dejar las drogas?, dice Jamie.
Connell se ríe y dice:
Sí, seguro que eso no se les ha pasado nunca por la cabeza.
Aquellos que provienen de la afluencia muestran menos interioridad en estas historias; aunque todas sus interacciones estén filtradas a través de sus privilegios, rara vez articulan alguna reflexión al respecto. Nick, uno de los dos amores de la protagonista de Conversaciones Entre Amigos, no piensa dos veces en cómo prestarle un dinero necesario a su amante de clase baja (bisexual, diez años menor que él) puede ahondar la brecha de poder entre ellos; a Marianne no se le ocurre que Connell pueda sentir aprensión a admitir que no puede pagarse el alquiler en verano e interpreta su silencio como un deseo de romper la relación. En Dónde Estás, Mundo Bello la mejor amiga de la protagonista, Eileen confiesa a Felix, que trabaja en un polígono industrial, que gana mucho menos dinero que él con su trabajo en una revista literaria — sin reparar en el hecho de que su menor salario es otra muestra de su privilegio sobre él, no algo que les acerque.
Rooney tiene claro que hay trabajos y trabajos: «Por un lado, todos los trabajadores tienen algunos objetivos políticos básicos en común, y reconocer esos puntos en común podría ayudar a construir la solidaridad de clase», dijo en The Guardian. «Por otro lado, los trabajadores relativamente ricos y privilegiados, por ejemplo, los desarrolladores de software de las grandes empresas tecnológicas, tienen vidas muy diferentes a las de los trabajadores más evidentemente mal pagados y explotados. ¿Tiene sentido decir que ambos tipos de trabajadores pertenecen a la misma «clase»? No lo sé. Quizá la respuesta sea tanto sí como no.”
El título de Dónde Estás, Mundo Bello (que puede parecer cuqui y un poco cringe hasta que te das cuenta que Rooney en realidad lo ha sacado de un poema de Schiller llamado “Los Dioses de Grecia”) podría bien ser Cómo Vivir, Mundo Injusto: Alice, su protagonista, proviene de una familia humilde, pero se ha hecho rica escribiendo dos novelas muy populares. A diferencia de Frances y de Connell, Alice ya no tiene que preocuparse por sus condiciones materiales. Ella y su amiga Eileen se mandan largos emails discutiendo cómo vivir en un mundo cuando saben que el propio hecho de tomarse un café deja en evidencia las mil injusticias necesarias para que el café llegue hasta sus manos. Cómo no sentirse paralizadas por este conocimiento. Pero está preocupación no deja de ser un lujo para estos personajes (y también son conscientes de ello).
Aunque Frances haya dejado atrás sus inicios de clase obrera la novela contiene otro tipo de representación al respecto. Entra en escena Felix, quizás el más imprevisible de todos los personajes de Rooney.
Pues Dónde Estás, Mundo Bello, su libro estéticamente más ambicioso hasta la fecha, introduce a un hombre queer de clase obrera que viene a descolocar el ambiente de profesionales liberales de sus otros tres protagonistas. Felix no ha pasado por el desclasamiento que sufre Connell en Gente Normal ni siente vergüenza a admitir su posición de inferioridad económica frente a otros, como Frances en Conversaciones Entre Amigos. Su beligerancia con respecto a la burguesía no implica que se sienta cómodo en su propia piel. Dentro de su ambiente de clase obrera de una pequeña localidad en la costa irlandesa Felix demuestra bastantes anomalías hacia las presuposiciones (de parte de les lectores también) de lo que debe ser un aguerrido obrero: Felix es bisexual, le impresionan muy poco las clases altas, y está dispuesto a desafiar el estigma del macho inquebrantable para admitir problemas de salud mental y buscar ayuda. Su relación con Alice, la protagonista, será un campo de minas de malentendidos y desconfianzas, muchas veces provocadas por el hecho de que ella, con orígenes de clase obrera y problemas familiares como Felix, haya conseguido alcanzar el estatus de millonaria gracias a sus libros.
Alice le paga un viaje a Italia a Felix para que le haga compañía entre entrevistas. Felix, por su parte, le ofrece a Alice antagonismo de clase, tirarle los tejos a su amigo Simon, y una reticencia casi cruel a demostrar afecto por Alice. Todo lo que ocurre entre los dos personajes está atravesado por el análisis de clase que hace Rooney.
Uno de los más interesantes juegos estilísticos de Dónde Estás, Mundo Bello son las varias escenas donde la voz narrativa contrapone el día laboral de Felix —repetitivo, deshumanizado, frío en el sentido incluso sensible— con las horas de “ocio” que pasan los otros tres protagonistas mientras Felix trabaja en un polígono industrial e incluso sufre un accidente que le raja la mano. En el contexto de estos paralelismos resulta frustrante que Rooney se pase todo el libro esperando simpatía hacia los personajes pijos por parte de le lectore.
Felix, como típico peligro bisexual que es (apoyamos incondicionalmente), muestra atisbos de querer desestabilizar este grupo de amigos con su energía erótica tanto como con sus confrontciones de clase, a veces recordando a Terence Stamp en Teorema, tentando al resto de personajes con una sexualidad desviada mientras les echa en cara sus privilegios de clase. Pero su tensión homoerótica con Simon queda tristemente sin consumar, y Simon y Eileen no sólo no cuestionan su posición en el mundo (o como amigos de Alice) sino que su vida toma un giro reaccionario que va de la mano con su apoteosis romántica.
Los términos de la relación entre Felix y Alice, entre el resentimiento de clase de él [3] y la desconfianza emocional de ella, resultan mucho más humildes, y por la tanto más realistas y hasta enternecedores.
Políticamente esta es la novela más confusa y decepcionante de Rooney: lamentablemente la idea de cómo vivir éticamente en un mundo sobre el cuál el individuo puede ejercer poca influencia parece olvidada el final de Dónde Estás, Mundo Bello; sobre todo por la pareja que proviene de las clases altas, que opta por un regreso anairissimoniano a lo ultratradicional (bebé, matrimonio, casa) que ellos reclaman como radical. Felix y Alice encuentran una salida menos reaccionaria, pero su decisión de incorporarse a la comunidad que les rodea en medio de la pandemia se nos antoja algo limitada.
De algún modo tiene sentido que Simon y Eileen acaben así, pero resulta insólito en la ficción de Rooney, donde lo erótico tiende a superar el choque de clases, recogiendo (en forma normalmente -pero no siempre- heterosexual) la enseñanzas de E.M. Forster en Maurice, novela que tanto gustaba a Pasolini. En su primera obra la unión monógama entre privilegiados era vista con desdén por los personajes de Rooney, y finalmente destruida. Pero sí, quizá tiene más sentido un final como el de Dónde Estás, Mundo Bello. Porque al final del día, los ricos cuidan de los ricos.
[1] Todas las traducciones son de Lara Alonso Corona a partir de los originales en inglés.
[2] Compromiso que no se limita a la página. Dónde Estás, Mundo Bello se volvió obra polémica antes de publicarse, debido a la muy coherente decisión de Rooney de no permitir su publicación en hebreo si esa publicación implicaba empresas asentadas en los territorios ocupados de Palestina. La respuesta mediática fue previsiblemente negativa y quizá un factor de la acogida más bien tibia de la novela.
[3] Sobre el tema del resentimiento de clase como motor de la pulsión sexual véase el alucinante librito de Owen Hatherley sobre la música de Pulp, Uncommon (Zer0 Books, 2011).