Más allá de la identidad: la solidaridad de clase como estrategia contra la LGTBfobia

Ozen! LGTB

Este texto es una adaptación de la ponencia presentada por el colectivo Ozen! LGTB de Bilbo en la tercera edición de Maripensando en los márgenes (Mariburuari ekin bazterretan), jornadas transbibollomarikas organizadas por EHGAM Nafarroa. Desde RDA hemos considerado valioso compartirlo por la manera en que se vinculan sexualidad y capital, así como por su recuperación de una genealogía revolucionaria queer en Euskal Herria.

Historia

Es pertinente hacer un cierto ejercicio de memoria de la lucha LGTB y sus necesarios vínculos con otros movimientos anticapitalistas y críticos con el estado. Actualmente el relato dominante LGTB se centra tanto en el nivel local como en el global, en una serie de hitos de la experiencia estadounidense de la segunda mitad del XX y cuyo aparente culmen es el establecimiento de un presunto progreso social amparado por instituciones e instrumentalizado por la socialdemocracia burguesa. 

Y es que, históricamente, los movimientos de liberación LGTB han tenido una tendencia a ser absorbidos progresivamente por la lógica de la política institucional, de forma que de reivindicaciones radicales de clase pasan a reivindicaciones en torno a los DD.HH., más asumibles por el orden burgués. Periódicamente, las más grandes organizaciones LGTB y sus cabezas visibles, acaban integrándose en los partidos políticos progresistas que les han acompañado, mientras que el movimiento autónomo y de base va desapareciendo y renaciendo a medida que fluctúan las viejas y nuevas generaciones militantes. 

Aunque es pertinente conocer estos acontecimientos, debemos ser crítiques con ellos en la medida que la memoria cotidiana excluya de ellos los componentes más radicales y nos impida conocer nuestro propio recorrido histórico. Si hacemos mención al caso estadounidense hemos de mantener vivos y renovados los ideales de la S.T.A.R., si nos referimos a las experiencias en el Estado español nos vemos obligades a no sólo quedarnos en la exposición pública de la alteridad en los ochenta o la Ley 13/2005 (Matrimonio homosexual), sino que debemos tener muy presente la militancia antifranquista de los cuerpos abyectos que el franquismo y la democracia autoritaria que le devino, construyó como monstruosos. No podemos olvidar a nuestra hermana Francis, señalada monstruo, que fue asesinada por la Policía Nacional en Errenteria en 1979. Asesinato que supuso una herida y un impulso para la materialización de la lucha LGTB de Euskal Herria. El miedo hecho rabia se convirtió en lucha; al día siguiente del asesinato se realiza una protesta en Errenteria y despues en Donosti; lo que comenzó con protestas en el pueblo y alcanzó a ser el inicio del movimiento LGTB que conocemos hoy. Hacer memoria de nuestras compañeras mantiene viva su memoria y el valor de su existencia, pero también nos permite sentir el orgullo de ser parte de un presente y futuro revolucionarios. Y es que como diría Susy Shock, «reivindico mi derecho a ser un monstruo y que otros sean lo Normal». 

Nuestra Historia no puede ser el ominoso relato del ascenso social en el Estado, sino la base de un firme compromiso con proyectos anticapitalistas que rechazan la legitimidad del Estado español. El Estado de bienestar y sus instituciones pretenden que la memoria histórica de nuestra lucha deje de lado a corrientes libertarias y marxistas queers que han articulado diferentes frentes de liberación y resistencia. 

Sólo una memoria que reconozca la lucha abierta contra el Estado y las redes de solidaridad izquierdista tejidas para hacer frente al autoritarismo imperialista del mismo será lícita. Como la de Florencio Pla Meseguer; o como recoge Piro Subrat en su obra Invertidas y Rompepatrias, la presencia de disidencias sexuales en partidos y organizaciones comunistas, cada vez más visible a finales de los setenta y principios de los ochenta, que sacaba a superficie tensiones y contradicciones dentro de los distintos movimientos. Como Ocaña y Nazario en su continua lucha de ser considerados compañeros en la liberación anticapitalista mientras eran considerados insumisos dentro de las propias filas de la CNT ante las férreas convicciones reaccionarias sobre género y sexualidad que hasta entonces mantenía la organización. 

Éstas situaciones grotescas llevaban, y llevan, a dobles o triples militancias en las que se lucha por separado por la liberación LGTB y la lucha anticapitalista por actitudes reaccionarias de éstos últimos grupos, habiendo tanto apoyo por la liberación LGTB como actitudes LGTBfobas en espacios de izquierdas. 

Pero lejos de lo que las posturas reaccionarias sostienen, la lucha LGTB no es ninguna novedad ni una consagración de valores burgueses. Aunque es cierto que los nombres que siempre salen cuando hablamos de disidencias en el pasado sean de grandes figuras “acomodadas”, la historia de las resistencias LGTB se construye sobre una ingente multitud de sujetos anónimos que ocupan el espacio clandestinamente y que, de forma activa o inconsciente, tejieron redes de apoyo mutuo e, incluso, un incipiente asociacionismo desde inicios del siglo XX. Igualmente, hacer un ejercicio de memoria LGTB nos obliga a posicionarnos claramente con unas lógicas internacionalistas y contrarias a la explotación y sometimiento de otros pueblos podríamos hablar de muchos casos, pero quizás lo más interesante sea el compromiso antifascista de FUORI (Fronte Unitario Omosessuale Rivoluzionario Italino) y de sus publicaciones, en donde se apoyaba a las agrupaciones en territorio español en su lucha contra la represión franquista (de la disidencia sexual pero también de todas las otras propias de un régimen fascista). 

En el ámbito local, Mikel Martín analiza perfectamente este fenómeno, remarcando su pertenencia al EMK (Euskadiko Mugimendu Komunista), en un articulo de Egin: 

Los homosexuales y lesbianas trabajadores y trabajadoras, vivimos una doble opresión en esta sociedad de corrupción: las plusvalías que nos arranca el capital día a día, y la represión brutal de nuestra sexualidad desde el Estado, las leyes y la moral burguesa. Una represión que se extiende a las condenas de cárcel, despidos del trabajo, ilegalización de las organizaciones del movimiento de liberación homosexual… De ahí que, nuestra lucha, es a la vez la lucha contra el capital, contra la sociedad de clases, y la lucha contra la ideología burguesa, contra su moral falsa y farisea, contra sus leyes reaccionarias. Nuestra lucha es por la Revolución Socialista, y por eso mismo por la liberación a todos los niveles, incluida la liberación homosexual. […]. Si de alguien hemos de esperar solidaridad y apoyo los homosexuales es justamente del Movimiento Obrero, del pueblo trabajador.

Críticas al movimiento LGTB a día de hoy

Tanto la instauración del Estado de bienestar como las violencias que antes hemos mencionado en los espacios anticapitalistas han llevado a que la integración de ciertas minorías y la ampliación del sueño pequeñoburgués ibérico hacia capas más amplias de población haya servido como mecanismo para legitimar un modelo cruel de estado. Un estado que usa un modelo de integración que no es más que un proceso de reformulación superficial de la moral pequeñoburguesa; que no trastoca la esencia de un sistema asesino y explotador. Esta corriente política pone en el centro de la cuestión las identidades marginales como elementos estéticos que rediman un orden violento al hacerlas partícipes del mismo. Un sistema liberal que oprime desde sus propias estructuras estatales e institucionales a través de un sistema integrador desarticulando todo resorte revolucionario con un salvaje asimilacionismo de nuestra lucha. 

Era Butler quien dijo que las democracias liberales establecen un sistema cadavérico en donde asumen ciertas vidas como despreciables, otras como tolerables y, algunas, como dignas y sostenibles. Pero es que, más allá de los relatos sociales, encontramos que el modelo de la integración tiene unos límites muy firmes que, asimismo, permiten a las autoridades reproducir la LGTBfobia y otros tipos de violencias hacia cualquier persona precarizada. El sistema de derechos civiles de la ciudadanía y su burocracia infinita, en muchos casos no reconoce la humanidad ni permite la participación de las personas en situación de calle o sin papeles, reforzando de esta forma el vínculo capitalista entre propiedad, pertenencia y participación política. 

Asimismo, el modelo de integración liberal ha delegado la autoridad en figuras puntuales que pueden forzar una creación artificial de nuestras narrativas, como la autoridad paternalista y patologizante que Osakidetza cede a la UIG de Cruces, donde la doctora Ponce de León (psiquiatra) somete a un proceso doloroso y humillante a las personas trans que pasan por ese área. Además de ningunear la experiencia, hace una criba entre buenos y malos transexuales que dejan de lado las necesidades de las personas no binarias o de muchas personas psiquiatrizadas, privándoles del acceso a la salud pública y precarizando aún más la situación de las personas trabajadoras o proletarias trans. Esto hace que muchas personas trans que deciden mantener su derecho a una autonomía corporal se vean obligadas a ser partícipes del sistema de salud privado. 

Un punto elemental de nuestra negativa al juego de los procesos integradores del estado es reconocer que no es un caso aislado que afecte sólo a nuestra comunidad. El ejercicio de la autoridad por personas que actúan impunemente amparadas en el marco del estado es el mismo que impide a muchas personas abortar en Catalunya por la estructuración del sistema sanitario público que limita la autonomía corporal. 

Pero como comentábamos al principio del punto, este sistema no es la única herramienta del liberalismo para desactivar la lucha LGTB. Es el asimilacionismo el que ha permitido que se cree un colectivo LGTB interclasista en el que se aglutinan realidades y objetivos completamente antagónicos. Las identidades férreas y esencialistas a las que las personas abandonadas a los márgenes de la sociedad se han terminado abrazando, han creado un caldo de cultivo para un discurso completamente aislado de un análisis de clase, y cuya estrategia para la superación de nuestra opresión pasa por, o la asimilación, el separatismo, o la pedagogía destinada a conseguir ser tolerades. Es decir, migajas para alimentar el autoengaño del «progreso». 

La individualización que crean las políticas de identidad y su falta de perspectiva global de las relaciones de producción social hacen de la militancia liberal una farsa, realizando la atomización de identidades, el aislamiento de estas luchas parciales, la infiltración de la policía en espacios LGTB, la perpetuación del pinkwashing y otras estrategias de instituciones o estados como el homonacionalismo. 

En última instancia la aspiración a convertirse en una parte más de una estructura asesina y cruel; de participar activamente de beneficios manchados de sangre es la traición última a una historia de lucha, sangre y revolución y definitivamente el objetivo de una facción burguesa, colaboracionista y explotadora en el seno de lo que muchos entienden como «nuestra» comunidad.

El liberalismo ha encontrado un espacio para la especulación y la explotación de nuestra lucha. Todo resorte potencialmente revolucionario ha sido objeto de intentos de asimilación por el capital, para desactivar así su capacidad subversiva y organizativa. No hace falta hacer un análisis muy profundo para ver que a nuestro alrededor muchos grupos LGTB anticapitalistas han ido desapareciendo, entre otras cosas por la superación de estas propias políticas de identidad pero también por el agotamiento que supone luchar contra un sistema que lo absorbe todo. Es el momento de rearmarse y volver a hacer nuestras las herramientas que el liberalismo nos pretende robar, como el apoyo mutuo o la acción directa. 

Estrategias contra la LGTBfobia y el capital

En nuestro propio proyecto militante hemos visto necesario mantener la naturaleza no mixta de nuestro espacio a fin de poder reivindicar nuestras problemáticas concretas y de llevar a cabo nuestros objetivos políticos unides y sin que la participación política de personas de nuestro colectivo se vea condicionada por la presencia de personas que puedan ejercer violencia. Pero al margen de nuestra identidad, nuestro horizonte se orienta hacia nuestra articulación como clase obrera que lucha por nuestra liberación y la de nuestres compañeres. Es vital que nuestra lucha se desmarque por completo de los objetivos que inserta el liberalismo y todos sus tentáculos. Solo desde la fuerza organizativa de la clase trabajadora LGTB conseguiremos la liberación. 

Ante la situación en la que nos encontramos, ante el auge del fascismo, la desarticulación de los movimientos de liberación y la pasividad e incapacidad de acción de la facción liberal burguesa, abogamos por la creación de redes de apoyo con perspectiva de clase que respondan a las necesidades colectivas. Comprendemos que hay distintos mecanismos de opresión que nos atraviesan de diferentes maneras, pero todos están enmarcados en el eje de clase. Y mientras compartamos nuestra realidad como clase desposeída de medios de producción, podremos establecer puentes. Nuestro enemigo es el mismo. 

No nos interesan cuestiones limitantes como la concienciación, los llamamientos a la empatía y tolerancia o la inclusión social de las personas disidentes de género y sexodisidentes en la sociedad. No exigimos respeto por la «diversidad», sino que aspiramos a todo. Y es que, como dijo Ludwig Feuerbach y versiona el colectivo RDA, «todo cuanto es aceptable merece perecer». 

Hay que tener claro que no es posible hacer frente al monstruo capitalista con las herramientas que el activismo liberal prescribe como única vía legítima. El activismo de las redes sociales, las eternas discusiones dentro del ámbito académico, la visión de túnel y autosabotaje devenidos de las políticas de identidad llevadas a su conclusión más absurda no son sino formas de dividir la atención de formas de lucha verdaderamente efectivas, inaceptables dentro del marco romo, desdentado y finalmente indiferente de la democracia. 

Y es que aunque creemos fervientemente que nuestro objetivo debe ser alcanzar y soñar con un sistema alejado de las estructuras capitalistas actuales, entendemos que nuestra situación actual nos lleva a luchar en un marco de superación de realidades en el que tenemos que responder con herramientas creadas en este propio sistema. Es por ello que vemos clave pasar de la teorización a la praxis, a la materialización de nuestras reflexiones e ideas, para construir vínculos con colectivos que compartan objetivos afines y enfrentarnos contra toda política opresiva a nivel local, nacional, estatal e internacional, y facilitar así espacios de solidaridad. También queremos crear esa brecha en el sistema con la reapropiación de una violencia que hasta ahora solo tiene como detentor legítimo al Estado y las fuerzas de represión policiales que salvaguardan la propiedad privada y el status quo. Reivindicamos el uso de la acción directa como herramienta de autodefensa y contra los mecanismos sociales coercitivos. 

En resumen, la única manera de enfrentar al enemigo es con la organización y la reapropiación de la violencia. Una guerra sin cuartel contra el estado capitalista, sus colaboradores y sus lacayos, sin excepción ni reparo. Ciertamente las condiciones para poder ejercer ese nivel de violencia no existen aquí actualmente pero es nuestra responsabilidad sembrar las semillas para poder materializar esas condiciones. Si bien no es posible pasar a la ofensiva en la situación actual, sí está en nuestras manos tejer redes de autodefensa que puedan hacer frente y plantar cara de forma efectiva y de manera paulatina a los futuros ataques que sin duda están por llegar. A unirnos en colaboración y apoyo mutuo a los elementos de la clase obrera. 

Otro mundo es posible, y seguiremos luchando por él.

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