* Extracto del texto Hacia un análisis científico de la cuestión gay de Los Angeles Research Group, un grupo de militantes comunistas lesbianas que se dedicó a combatir con las herramientas del marxismo las actitudes homófobas de ciertos sectores del movimiento comunista. Este texto fue publicado en 1975.
Perspectivas históricas
Históricamente, según colapsaban las economías colectivas y surgían relaciones económicas basadas en el patriarcado y en el emergente capitalismo, el trabajo del hombre era cada vez más el de producción de mercancías y su rol incluía la provisión de las necesidades materiales para el mantenimiento y promoción de la familia. (La división sexual del trabajo había existido antes de este avance histórico, pero no había sido acompañada por las características superestructurales de los roles sexuales —estándares de carácter y comportamiento personal asignados según el género—). La labor de las mujeres fue individualizada cada vez más y restringida a artículos útiles, esto es, para el consumo privado e indirecto. Su rol incluyó el mantenimiento de la fuerza de trabajo vigente (marido), la crianza y la educación de la fuerza de trabajo futura (infancias) y el cuidado de la fuerza de trabajo descartada y consumida (personas enfermas, heridas y ancianas).
La división sexual del trabajo, cosificada como «natural», supone un beneficio material para la burguesía dentro de la sociedad capitalista, en la que no se logra el reemplazo colectivo de las necesidades diarias.
La mujer trabajadora del hogar no vende directamente su fuerza de trabajo. Bajo el capitalismo, el valor de esta fuerza de trabajo «invisible» es apropiado por y beneficia a la burguesía a través de su rol en la familia, que les obliga a comprar comida, ropa, etc; cocinar; mantener la casa; cuidar a la familia, incluyendo el amplio rango de necesidades emocionales y psicológicas tales como atenuar la furia del marido debida a la explotación sufrida en su trabajo.
Con la revolución industrial y el completo desarrollo del capitalismo, algunas mujeres fueron incorporadas al sector público de la clase trabajadora. Sin embargo, el rol de una mujer que trabaje en el hogar no ha cambiado de forma material. Debido a que su rol servicial y enriquecedor no ha sido dotado del valor económico necesario para la perpetuación del capitalismo, sino que se ha considerado una característica sexual «natural» y determinada biológicamente, es también considerado «natural» que la mujer trabajadora continúe soportando el peso principal de la creación de una vida hogareña saludable para la familia.
«La familia individual moderna está fundada sobre la esclavitud doméstica, visible o escondida, de la mujer casada, y la sociedad moderna es una masa compuesta de esas familias individuales como sus moléculas»
y que, «dentro de la familia, él es el burgués y su mujer representa al proletariado». Esta división sexual del trabajo, en efecto, asegura grandes beneficios para la burguesía, puesto que hay una unión estructural entre la división sexual del trabajo y la explotación de las clases:
El primer antagonismo de clases que aparece en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre hombre y mujer en el matrimonio monógamo, y la primera opresión de clase es la del sexo femenino por el masculino. La monogamia fue un gran avance histórico, pero al mismo tiempo inauguró, junto a la esclavitud y la propiedad privada, esa época que dura hasta el día de hoy, en la que cada progreso es a la vez un retroceso relativo, en la que el bienestar y el desarrollo de un grupo son obtenidos por medio de la miseria y represión del otro. Es en la forma celular de la sociedad civilizada en la que ya podemos estudiar la naturaleza de los antagonismos y contradicciones que se desarrollará en las mismas.
La división del trabajo y la propiedad privada son expresiones idénticas, una hace referencia a la actividad y la otra hace referencia al producto de la actividad.
Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes […]; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que confieren el papel dominante a sus ideas.
Mantener la división del trabajo es crucial para la perpetuación de su mandato. La burguesía ha desarrollado una ideología poderosa y ubicua. Incluye los roles de género, que se oponen radicalmente entre sí y permean la educación y la cultura: los hombres son físicamente fuertes, valientes y combativos; las mujeres aprenden a ser solidarias y pasivas. En la infancia, tanto niños (coches, sets de mecánica, pistolas) como niñas (muñecas, kits de costura y cocinas de juguete) reciben los juguetes que les entrenarán para sus FUTUROS roles en la economía. La ideología burguesa y sus instituciones se aseguran de que este adoctrinamiento continúe a lo largo de la vida de una persona.