Un análisis marxista de Everything Everywhere All at Once (2022)
Andrea M. Astola
Nada importa: esa es la conclusión a la que nos hacen llegar los Daniels (Daniel Scheinert y Daniel Kwan, directores de la película) tras 140 minutos de metraje. ¿Nada importa? Pero hay algo que sí importa: la familia. Esta composición aparentemente caótica de dos horas y media que abarca desde la ciencia ficción más marveliana hasta la metafísica sencilla del nihilismo, no se trata sino de una relación problemática entre una madre y una hija. Pero, ¿por qué poner en manos de un conflicto al más estilo clásico coming of age (porque al igual que son Evelyn y Joy, bien podrían ser Lady Bird y su madre) la respuesta última al objetivo de la vida tal y como la conocemos?
Evelyn es una mujer china de mediana edad que emigró a Estados Unidos con su marido con el sueño de abrir su propio negocio y formar su propia familia, y lo consigue. Sin embargo, eso no es suficiente para hacerla feliz. La lavandería que llevan ella y su marido da mucho trabajo, su casa es pequeña y está llena de trastos y Joy no es la hija que hubieran deseado. Su matrimonio tampoco es perfecto, lo que lleva a su marido a pedir el divorcio. Y así, tal y como lo conoce, el mundo de Evelyn empieza a desmoronarse en una audiencia de Hacienda en la que intenta que no les acusen de fraude.
Antes de seguir resumiendo la película me gustaría recalcar el hecho de que Evelyn y Waymond (su marido) son propietarios de una lavandería. No son clase obrera en su última definición, pero tampoco se apropian del trabajo ajeno. Cabe destacar que en este tipo de modelo de negocio se suele dar la explotación laboral de los hijos, como mano de obra asegurada por la institución que es la familia; sin embargo, en el caso de Joy no es así. Así es como se forja la herramienta capitalista del ideario de la cultura del esfuerzo y el trabajo como dignificador; creando además el escenario en el que, mientras la familia precarizada no es en realidad clase obrera, su esfuerzo está siendo usurpado por el Estado a través de los impuestos.
Es en este punto de la película en la que llega la llamada a la aventura del camino del héroe: Alfa Waymond, la versión del marido de Evelyn que existe en un universo paralelo al que llamaremos Alfaverso, se presenta a Evelyn para advertirle sobre un mal que asola a todos los universos del multiverso, un mal que puede sentirse en que algo falla, la ropa ya nunca te queda tan bien al día siguiente, el pelo tampoco te queda bien e incluso tu café sabe mal, y que resultará estar encarnado por Joy, la hija de Evelyn, aunque ahora es conocida como Jobu Tupaki.
Para luchar contra Jobu Tupaki, Alfa Waimond enseña a Evelyn a usar el versosalto, a través del cual puede adquirir las habilidades que sus otros yoes de universos paralelos del multiverso. Aquí es donde se nos dan a conocer las diferentes versiones de Evelyn; todas las trayectorias de vida habidas y por haber, incluso aquellas en las que la evolución del ser humano es distinta y tenemos salchichas en lugar de dedos. Casualmente, casi todas estas versiones de Evelyn tienen algo en común: en todas ellas, Evelyn es una persona precarizada o de clase obrera.
Es por esto que es más fácil imaginar la existencia del multiverso que el fin del capitalismo. El versosalto, al plantearse en un sistema capitalista*, las habilidades que se adquieren de esas otras versiones de nosotros mismos son utilizadas en todos los casos para explotarlas como mano de obra o como forma de producir valor. Así mismo, si un cambio hace millones de años hace que evolucionemos con salchichas en lugar de dedos, seremos increíblemente hábiles con los pies. Nuestra identidad se reduce a lo que es productivo, somos lo que producimos; por eso, las habilidades adquiridas en el versosalto siempre son las que hacen que esas versiones de nosotros mismos tengan una profesión u otra, así sea lucha libre, limpieza o cocina. Ni en las posibilidades más remotas y haciendo cosas impredecibles como comerse un cacao de labios conseguimos llegar a un universo en el que no estemos precarizados; la precarización parece casi inmutable incluso en el multiverso.
Sin embargo, de todos los universos que se nos muestran, hay un par en el que esto no ocurre; el caso más relevante es el universo en el que Evelyn es una actriz de cine de artes marciales famosa, un universo al que me gusta referirme como Universo Wong Kar-wai por su claro homenaje a la película del director In the Mood for Love. Pero claro, las probabilidades de llegar a ese universo son del 0,01% confesándole tu amor a Deirdre (una improbabilidad estadística).
En definitiva, el capitalismo asola la totalidad del multiverso. La única trayectoria de vida libre de extracción de plusvalía únicamente es aquella en la que ni siquiera existe la vida en sí, el Universo Filosófico de las piedras. Es por esto por lo que Everything Everywhere All at Once es una obra representativa del realismo capitalista. Es en la respuesta a la pregunta “¿no hay otra alternativa?” en la que entra el papel de la familia.
A dicha pregunta, Todo a la vez en todas partes nos responde que no, no hay otra alternativa. Una vez conociendo el multiverso y sus límites, sabiendo que efectivamente no hay otra alternativa, los diferentes bandos se posicionan en diferentes estrategias.
Jobu Tupaki opta por el nihilismo, por la destrucción de todo lo conocido a través de su everything bagel; su opción sería la más parecida a una revolución, por lo que el conocimiento que le brinda a su séquito sería una concienciación. Sin embargo, el Alfaverso opta por el mantenimiento del orden anteriormente establecido. Estas posturas son extrapolables al sistema capitalista así como Alfa Waymond se refiere a ese “mal” causado por Jobu Tupaki: el café ya no te sabe bien (el café, droga ritual de la productividad), la ropa ya no te sienta tan bien como antes (la fast fashion y la industria textil se benefician de las inseguridades de las mujeres para con sus cuerpos y cómo les sienta la ropa) y ya nadie confía en sus vecinos (el capitalismo tardío y el individualismo nos han hecho perder el sentimiento de comunidad). Todos estos males a los que se refiere Alfa Waymond son, en su última esencia, la conciencia de los estragos del capitalismo.
No es en absoluto casual que se nos planteen cuestiones existencialistas a través de la relación problemática madre-hija que tienen Evelyn y Joy, sino que su intencionalidad es una herramienta del capital tan antigua como andar hacia delante. La postura de Evelyn con respecto a la pregunta ”¿no hay alternativa?” no solo sería optar por el mantenimiento del orden establecido como el Alfaverso, sino que además quiere convencer a Jobu Tupaki. Es decir, si el Alfaverso quiere destruir al ser autoconsciente, Evelyn quiere devolverle a la enajenación. ¿Y cómo lo hace? A través de la familia como analgésico del sufrimiento. Por eso mismo, nada importa. Pero hay algo que sí importa: la familia.
El afecto familiar que se da casi por obligación es aquello que hace que el sufrimiento de la clase obrera merezca la pena. Estoy frustrada por llevar una lavandería que ocupa toda mi vida pero al menos mi marido pone ojos saltones en las lavadoras. Aún incluso cuando ese supuesto afecto ni siquiera está ahí, como el padre de Evelyn que la abandona cuando decide emigrar a Estados Unidos o como la propia Evelyn que desaprueba la forma de vida de Joy; es lo único que nos queda. La familia es lo que nos hace soportar la explotación laboral, y no solo eso, sino que su cotidianidad se nos hace hogareña.
En otra vida me hubiese gustado lavar la ropa y pagar impuestos contigo.
* También cabría destacar el hecho de que el versosalto se desarrolla como potencial arma militar, de ahí que Alfa Evelyn y Alfa Waimond quisieran “entrenar a jóvenes”.